lunes, 17 de noviembre de 2008

RECORDAR SUCUMBÍOS, EXIGIR JUSTICIA

A Juanito, Chac, Verónica, Soren y Andrea;
estudiantes comprometidos, gente de buen corazón.


Se cumplen ya 9 meses de la masacre de Sucumbíos en la que fueron asesinados, junto con el guerrillero Raúl Reyes y otras trece personas, los compañeros univer- sitarios: Soren Ulises, Fernando Franco Delgado, Juan González y Verónica Velázquez. Andrea Lucía Morett, una de las sobrevivientes al cobarde ataque y también compañera de la UNAM, además del dolor de constatar la muerte de sus amigos ahora tiene que vivir la amarga experiencia del exilio. De ahí que Lucia exija su derecho a regresar en condiciones que garanticen su seguridad. Y no es de extrañar: sólo hay que recordar que vivimos en el país que “suicidó” a Digna Ochoa; que le ha dado la espalda a las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, escondiendo de paso las miserables condiciones laborales de la maquilas; un país donde a través de una operación mediática se puede convertir el resultado de una violación masiva en una simple gastritis; en resumen, un país donde las garantías individuales son constantemente violentadas, muchas veces por los mismos que se supone deberían resguardarlas.

Lo sucedido con nuestros compañeros es un eslabón más en la larga cadena de agravios a la dignidad humana por la cual debemos hacer rendir cuentas a sus responsables y cómplices. En el caso de nuestros compañeros universitarios es urgente exigir castigo no sólo para los autores materiales de su muerte, sino para quienes no se han cansado de denostarlos e ignorarlos. Me refiero específicamente a aquellos medios que intentaron lincharlos simbólicamente y a aquellas “autoridades” que se mostraron indiferentes ante tan horrible crimen. Como otras tantas veces el morbo generado por los medios desplazó de la atención pública la complicidad, por omisión, de nuestros gobernantes. ¿Qué importaba el asesinato impune de cuatro mexicanos, jóvenes estudiantes, a manos de un ejército que penetró ilegalmente en otro país, si lo que había que saber es qué estaban haciendo ahí? Total, siempre se puede recurrir a la estrategia de justificar al violador, sugiriendo que la víctima se lo buscó; siempre se puede capitalizar internamente un suceso externo, aun a costa de la justicia y la búsqueda de la verdad.

Hoy en día, gracias a unos cuantos medios responsables, nos podemos distanciar de la notas superficiales recortadas por la versión oficial colombiana y condenar la masacre, la violación del espacio ecuatoriano, la eliminación de toda posibilidad de paz en Colombia. Álvaro Uribe, representante de los intereses dominantes de aquel país, ahora puede dormir tranquilo: la beca del Plan Colombia no le será suspendida y el negociazo de la guerra puede continuar. A él le tiene sin cuidado que en México algunos medios hayan utilizado esta tragedia para impulsar la agenda de políticos ambiciosos e ilegítimos, de esos que han “sugerido” que la UNAM es un nido de guerrilleros. De esos para los cuales es reprobable la existencia de carreras que exijan a sus alumnos reflexionar sobre su realidad y, para colmo, de universidades que toleren esa diversidad y tengan aunque sea una tímida vocación popular. No es ninguna novedad que vivimos bajo un sistema plagado de injusticias, muchas de las cuales le son inherentes, pero son casos como éste los que nos demuestran que las cosas pueden empeorar. Que incluso más equitativa está siendo permanentemente amenazado.

En la matanza de Sucumbíos no sólo hemos perdido a cuatro estudiantes sensibles y comprometidos que eran parte de la esperanza de un mundo mejor, también corremos el riesgo de perdernos a nosotros mismos si toleramos que cosas como ésta se sigan repitiendo. Sólo gracias a la respuesta de sus compañeros, a la valentía de sus padres y a la intervención de las autoridades de la UNAM, hemos podido mantener la memoria viva de nuestros compañeros. No obstante, es urgente reivindicar el derecho a opinar y a tomar posición sobre cualquier asunto; a ser curiosos; a querer conocer y explicar nuestra realidad; a intentar ser congruentes con nosotros mismos; a solidarizarnos con los otros y exigir justicia. Todos estos son valores que hay que cultivar porque de ellos depende nuestro futuro y constituyen un legado histórico al que ahora se integran los ejemplos de Juanito, Chac, Verónica y Soren.


CARLOS ANDRÉS AGUIRRE ÁLVAREZ

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